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Cristopher Robin

  • Camila Acosta
  • Jan 2, 2019
  • 4 min read

Se acuerdan de Winny Pooh? Quién no se acuerda de ese osito regordete y comelón. Yo me acordaba, pero cuando somos niños vemos las cosas muy diferente, y obvio entendemos un tercio de la profundidad que tienen algunos de nuestros cuentos o personajes preferidos.

Incluso Pooh nunca fue de mis preferidos... hasta que me vi hace poco Cristopher Robin, y me di cuenta de que yo soy Winny the Pooh.

A parte de que tenemos en común aquello de comer dulce y dormir, ambos somos personajes absolutamente nostálgicos.

Frases como “ojalá hubiera durado un poco más”, “siempre que estoy contigo es mi día preferido”, “a veces las cosas más pequeñas son las que más espacio ocupan en el corazón”, “el amor es tomar un paso atrás, a veces más, para darle paso a la felicidad de la persona que amas”.... en fin... lloré toda la película.

Y es que mi vida es una nostalgia permanente. Yo me gozo los momentos con las personas que amo, pero siempre se me cruza algún pensamiento que me hace llorar en los momentos más bonitos. Y obvio, cuando estoy con él, esos pensamientos se duplican.

Ayer fue nuestro décimo aniversario, y lo hice sentar en la luz que más nos gusta de nuestro apartamento, esa luz del atardecer que entra por la ventana de la cocina, y le tomé esa foto. Él sólo se sentó y sonrió, yo hice click, lo miré, y se me escurrieron las lágrimas, como se me escurren en este momento pensando en el abrazo que me dio cuando me vio llorar.

“Qué pasa?” me dijo.

“Que te amo mucho” respondí.

“Yo también te amo. Soy tuyo para siempre. Entonces por qué lloras?”

“Me siento abrumada por ti... todavía hoy te miro y no puedo creer que me escogiste... nunca te vayas...” dije. Esto pasa por lo menos una vez al mes jajajajaja y la conversación siempre es la misma.

Y es que este amor que él me hace sentir, es ese abrumador, ese enorme, ese que después de 10 años todavía se siente fresco, todavía se siente en la piel. Ese que asusta porque todo tiene un final, así sea como le pedimos a Dios que sea: que llegue la muerte a los 95 años juntos y felices, pero mi nostalgia es pensar que si 10 años se siente como poco tiempo, ninguna cantidad de tiempo será suficiente.

Y que vueltas las que da la vida, porque creo que ninguna persona cercana a mí pensó que alguna vez iba a poder tener algo tan estable.

Desde chiquita fui de amores y enamoramientos rápidos, intensos y cortos. Mi mamá me decía que cambiaba más de novio que de calzones. Pero mirando hacia atrás, yo no era tan inestable como me veía, el problema era que no exigía nada del otro, y que cualquiera se enamoraba de mi ternura, pero luego esa misma ternura los sofocaba.

Siempre tuve que contenerme para que las relaciones me duraran un poco más. Si el que está leyendo esto salió conmigo, seguro me dijo una de estas frases: “no me dejas extrañarte”, “deja la intensidad”, “no puedo estar contigo todo el tiempo”, “¿por qué me llamas tanto?”, “es que tu eres una mujer como para casarse, y yo todavía no pienso en eso”. Y si la que está leyendo esto fue mi amiga seguro que me dijo: “Hágase más la difícil, es que usted se las pone muy fácil”. Y yo las miraba y pensaba ¿cómo hago? Si esto es lo que siento ¿por qué no lo puedo demostrar?. Cuando me reencontré con Santi yo ya me sentía perdida... no había nadie con quién yo pudiera ser plenamente yo. Pero es que siempre fue él, y simplemente nunca lo supe.

Él fue mi amigo desde mis tres años. Despistado más que nada, callado, soñador, pensativo. ¿Se acuerdan de la historia de UP al principio? Bueno, esa es nuestra historia, y siempre que la vemos nos hace llorar. Ese niño callado y tímido era él, y esa niña despelucada, aventurera, mandona y gritona era yo. Él se acuerda de estar comiendo sopa en su casa y tenerme al frente contándole hasta 100 jajajajajajajaja pobre... Pero el también se acuerda de estar “embelesado” conmigo... Sólo el usa ese tipo de palabras.

Pero la vida nos separó, y no se me cruzó por el pensamiento hasta que me vi perdida y le dije a mi papá que necesitaba verlo, que cómo hacíamos para contactarlo. Lo tuve cruzado en la cabeza 6 meses y Dios me lo puso al frente el 31 de diciembre del 2008. Lo vi, mi mamá y mi hermana son testigos de mi falta de palabras (nunca tengo falta de palabras), y llamé a mi papá a decirle: “Me caso”. Era un chiste claro, pero 4 años después me casé :).

Aunque es una historia de película, no es un amor de película, es un amor real. Y es que él me enseñó a amar, yo le digo que a las patadas, porque me bajó de mi nube de fantasía y me aterrizó a tomar la decisión de amarlo, no sólo a sentirlo en mi corazón.

En él por fin encontré alguien que me ama exactamente como soy. Con él puedo llorar de amor, lo puedo llamar 10 veces al día (cuando lo llamo sólo una me dice que me extraña), puedo ser cochina, malhumorada, intensa, cansona, melosa, puedo patanear, puedo cogerlo a ataques de besos y todo sólo lo hace sonreír. Es la única persona en el mundo que no se cansa de mi manera de expresar el amor, pero que igual me aterriza cuando le toca, me las canta como son. Siempre tan realista, siempre tan reflexivo. Con él aprendo algo nuevo cada día, con él sufro, con él los momentos de crisis se vuelven siempre un aprendizaje; con él cada problema es sólo un medio para que nuestra amistad crezca y se fortalezca, para que nuestro amor se vuelva más profundo.

Él es mi mejor amigo, el que más me conoce, el que más tristeza y más felicidad me causa, el que me mantiene nostálgica y soñadora. Él es mi Cristopher Robin y yo soy su Winny the Pooh.

Te amo Santi! Felices 10 años, vamos por muchos muchos más!!!!


 
 
 

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